sábado, 23 de abril de 2011

carpeando el díem



Mi mejor amigo de los 18 me dijo que no me lo pierda. Que de lo poco que lamentaba era no haberla traído acá. "Es para estar con el amor de la vida, no con una chuchi." Así fue que imprimí el pasaje, hice valija con ropas lijeras y me bajé del vaporetto en la parada del Rialto. Me esperaba él, el de toda la vida para el que aún soy una "chuchi". El que pregunta y sabe escuchar las respuestas en todos los idiomas. El veneciano de alma.
No hablo del gondoliere, que fue otra buena elección. Era importante que tuviera sombrero, entre otros atributos. Que la góndola no tuviera demasiado plush (aunque finalmente el compañero de la vida insiste en que le gusta el plush.)
En la vida hay que saber cuando amarrar y cuando soltar la vela...

jueves, 14 de abril de 2011

my quest for cool

Bueno, tengo que confesar algo, intenté con twitter. (Asi debió sentirse mi hijo cuando contó murmurando que había probado alcohol.) Lo probé porque bue, qué se yo porqué, porque todos lo hacían. Y sólo twiteé un poquito, posta, y solo para probar, y sólo 140 caracteres cada vez...

Empecé por contestar a otros twitteros sobre sus temas, pensando que entonces ellos me contestarían a mí y tendría seguidores y sería cool. Por ejemplo, a unos que twiteaban sobre un tema importante y actual como si era beneficioso para la sociedad que un conductor adelante por la banquina, contesté:
Pero nadie me siguió.

También probé incentivar a un debate con un tema ecológico:
Pero no me siguieron.

Intenté la metáfora política. Pensé que podía pegar eso de usar un tema doméstico para criticar al INDEC que todos critican y bue, me podrían contestar:
pero no gustó.

Mi paso por twitter está teniendo un efecto importante sobre mi autoestima.

Pero anoche en el primer encuentro de mi curso de "escribir cine", nos dieron 15 minutos para escribir una escena entre un hombre, una mujer y un oso. Cuando cayó el último grano del reloj de arena, Aída Bortnik la verdadera, miró como hace ella, como si le hubieras matado el gato preferido, y dijo seriamente que había que leer uno por uno en ronda. A la perinola. Tenías que estar ahí para sentir el estrés de inseguridad absoluta que me caía mientras se iba acercando el bochorno inminente frente a la Maestra con Mayúscula y los 15 cinéfilos. Yo fui el numero 9.

Empecé a leer las palabras que había escrito. Hubo risas. Sueltas primero, de nervios creía yo, pero despues contundentes y después un aplauso.

Cuando se hizo silencio, me miró Esha y me provocó algo entre risa y orgasmo cuando sonriendo dijo "Me gustó mucho Maria".